Seminario
El Ejercicio Actual de la Medicina

La educación clínica en las residencias médicas:
retos y soluciones

Dr. Melchor Sánchez Mendiola
Dr. Héctor Gerardo Aguirre Gas
Dr. Fernando Torres Valadez

“El estudiar los fenómenos de la enfermedad sin libros es como navegar en un mar desconocido, mientras que el estudiar libros sin pacientes es como nunca hacerse a la mar”

“No deseo otro epitafio…que la afirmación de que les enseñé a los estudiantes de medicina en las salas de atención clínica, ya que por mucho considero este el trabajo más útil e importante que se me ha llamado a hacer”
Sir William Osler

Introducción
Usted se encuentra pasando la visita matutina como Jefe de Sala en el servicio de Neurología, con un grupo de residentes de medicina interna, médicos internos y estudiantes de medicina. El residente de primer año presenta al paciente, describe los hallazgos clínicos positivos y negativos de importancia, y hace el diagnóstico clínico de meningitis probablemente bacteriana. Usted pregunta si el paciente tiene papiledema, y después de una breve pausa y una mirada fugaz al interno que estuvo de guardia, el residente contesta que no. Después de discutir el diagnóstico diferencial e indicar una punción lumbar, siguen con el enfermo de la siguiente cama.

Por la mente de cada uno de los integrantes del equipo pasa lo siguiente:
Neurólogo Jefe de Sala: “…tenemos que terminar rápido la visita, a las nueve tengo junta con el Comité de Calidad. Si no tuviéramos a los residentes como fuerza de trabajo no sé como funcionaría el hospital…”

Residente de 3er año: “…tengo la impresión de que el residente de primer año no está seguro de la presencia o no de papiledema, probablemente sea por falta de experiencia. Voy a revisar personalmente el fondo de ojo del enfermo después de la visita para descartar hipertensión intracraneana. Si le hacemos la punción lumbar y se complica, el Jefe de la Sala me hará responsable de todo…”

Residente de 1er año: “…el R3 me está mirando con suspicacia, ¿pero cómo le digo que me quedé dormido después de cubrir toda la guardia en Urgencias y que no revisé al paciente antes de la visita? Afortunadamente el interno que hizo la historia clínica anotó que el fondo de ojo es normal…”

Médico interno: “…después de la visita le voy a pedir al R1 que revise el fondo de ojo del paciente conmigo, cuando ingresó a las tres de la mañana intenté hacerlo, pero sinceramente no logré ver gran cosa, ¡qué difícil es ver el fondo de ojo en un paciente febril e irritable que se mueve mucho, nunca logré ver la papila!…”

Estudiante: “…ojalá pronto termine la escuela para integrarme a este equipo de trabajo, ya estoy cansado de tantas clases y de que todo mundo me pregunte cosas, lo que quiero es ver enfermos. ¿Cómo se verá el papiledema en realidad?, sólo lo he visto en la diapositiva que nos pasó el maestro en la clase…”

Paciente: “…¡cómo me duele la cabeza!, ojalá terminen pronto de discutir y hagan algo para quitarme el dolor. ¿Quién me hará la punción lumbar?, voy a pedir que sea el especialista no sea que me vayan a poner en manos de un practicante. ¿Quién será el doctor de más edad que se puso a dar tantas órdenes?, ojalá se presentaran conmigo y me explicaran qué tengo y lo que me van a hacer…”

Uno de los dogmas más firmes en medicina es el precepto de que la historia clínica y el examen físico son el eje central del diagnóstico, piedra angular sin la cual no sería posible abordar los problemas de los enfermos de una manera racional. ¿Cómo enseñar y aprender el conjunto de maniobras y destrezas necesarias para hacer la clínica de una manera efectiva? Tradicionalmente el modelo artesanal de la educación médica ha sido el más aplicable a esta problemática, en este modelo el alumno acompaña al maestro durante sus actividades, y gradualmente va observando, repitiendo y haciendo las diversas maniobras hasta que las domina de una manera subconsciente. Esta metodología, si bien efectiva, cada vez es más difícil de realizar en el contexto actual de la práctica médica por varias razones, lo que ha motivado que se investiguen estrategias alternativas como el uso de pacientes estandarizados o modelos artificiales (1).

La mayoría de los diagnósticos se hacen durante la etapa de la historia clínica, antes de los estudios sofisticados de laboratorio y gabinete, a través de la obtención de información por nuestros órganos de los sentidos. En estudios de medicina de atención primaria, del 73 al 88% de los diagnósticos se establecen al final de la historia clínica, ¿cuántas pruebas diagnósticas de laboratorio tienen este desmpeño? (2). En un estudio de 400 autopsias, se comparó la precisión de la historia clínica con la imagenología diagnóstica, encontrando que la combinación del interrogatorio y la exploración física arrojaba el diagnóstico correcto en el 70% de los casos, mientras que la imagenología diagnóstica lo lograba en sólo el 35% de las veces (3). Si la comunidad médica sabe que cuenta con una herramienta diagnóstica tan poderosa, debería dirigir sus esfuerzos a enseñarla y aprenderla de una manera efectiva durante la educación médica de pre y posgrado, desafortunadamente no ocurre así por razones descritas a continuación. El propósito de este documento es describir los retos a los que se enfrenta la educación clínica actualmente, analizar sus implicaciones educativas, y proponer algunas estrategias que pueden mejorar la situación en este tan importante rubro de la formación profesional de los médicos, en donde los médicos en entrenamiento viven la experiencia de identificar y resolver problemas médicos reales en el enfermo en un contexto de práctica profesional. La educación clínica es el corazón de la educación médica.

Problemas y retos de la Educación Clínica en la era moderna
La viñeta con que inicia este capítulo, si bien exagera un poco para enfatizar algunos de los problemas de la práctica clínica, constituye una muestra de la realidad hospitalaria actual que debe motivar una profunda reflexión sobre nuestro papel individual y colectivo en la formación de los estudiantes de medicina, residentes e internos. Es un hecho que la educación clínica es el área dentro del total de la educación médica en la que se han documentado más deficiencias, y a pesar de ello es el área más abandonada en la enseñanza de la medicina (4). A pesar de su importancia, algunos autores reportan que la enseñanza clínica al lado de la cama del paciente ha disminuido de un 75% en los 1960’s hasta menos del 16% en un reporte de 1997 (5). Los múltiples avances en tecnología, imagenología y pruebas diagnósticas cada vez más sofisticadas pueden explicar parte de esta disminución, aunque seguramente juega un papel la actitud de los médicos especialistas, residentes, internos y estudiantes de medicina, combinada con una serie de barreras impuestas por el contexto de la práctica de la medicina en nuestros días.

Otra de las razones que debe motivarnos a utilizar tiempo y recursos en la educación clínica, es el gran número de trabajos de investigación publicados que documentan deficiencias importantes en las habilidades de exploración física e interrogatorio en estudiantes, residentes y médicos graduados (6). En una revisión de la observación de las habilidades clínicas se reporta un estudio de médicos de atención primaria, en el que se documentó que los médicos sólo interrogaban el 59% de los datos esenciales de la historia clínica, mientras que en otro estudio se encontró que los médicos no encontraban la mitad de los problemas médicos de los pacientes (7). También se ha documentado que los errores son muy frecuentes en la historia clínica, reportando que los residentes cometían por lo menos un error en la exploración física del 58% de los pacientes que revisaban, y múltiples trabajos documentan errores importantes y deficiencias en habilidades básicas del interrogatorio y exploración física en el personal médico en entrenamiento (7).

Una de las facetas más importantes del problema es que con mucha frecuencia los alumnos aprenden por sí mismos, con escasa o nula supervisión y observación directa. Desde hace varias décadas, los profesores clínicos toman como verdad la información del interrogatorio y examen físico que es presentada durante la visita y discusión de los pacientes, sin observar y verificar que el residente, interno o estudiante realmente hayan realizado adecuadamente el procedimiento. A pesar de la transición a la educación basada en competencias, es aún muy frecuente que los estudiantes no sean observados directamente por los especialistas, reportándose que el 40% de los graduados de las escuelas de medicina en Estados Unidos fueron observados por un profesor al hacer una historia clínica cuatro o menos veces durante todo su entrenamiento, la mayor parte de las veces fueron observados por un residente y no un especialista formado (7). Estos resultados apoyan la conclusión de que las habilidades de interrogatorio y exploración física de nuestros graduados de las escuelas de medicina y programas de residencia podrían ser mejores, y no deja de ser irónico que estos especialistas recién graduados son rápidamente reclutados para a su vez ser profesores de la respectiva clínica.

En las Tablas 1 y 2 se listan diversos retos y problemas comunes en la educación clínica, es muy importante identificar cada uno de ellos en nuestro contexto para diseñar estrategias que ayuden a minimizar o resolver estos obstáculos y barreras para la adecuada enseñanza de la clínica.

Tabla 1. Algunos de los diversos retos en educación clínica a los que se enfrentan el profesor y el alumno en el contexto actual de atención de la salud (adaptado de Spencer J, referencia 8).
  • Con frecuencia es oportunista y depende los pacientes que estén disponibles en el momento, lo que dificulta la planeación de las sesiones y cumplimiento del programa.
  • Un número cada vez mayor de estudiantes, que exigen se les atienda desde el punto de vista educativo.
  • Las limitaciones de tiempo de todos los integrantes del equipo de salud.
  • Múltiples facetas de las actividades del clínico que compiten por su tiempo (clínicas asistenciales, administrativas, docentes y de investigación).
  • Un número cada vez más limitado de pacientes disponibles para practicar (estancias hospitalarias más cortas, pacientes más graves, menos cooperadores o con familiares más exigentes).
  • Generalmente no hay presupuesto asignado en las instituciones para esta actividad
  • El entorno de trabajo clínico es poco “amistoso” para la enseñanza y aprendizaje (mucho trabajo, ruido, distracciones frecuentes, exigencias de hacer más en menos tiempo, la prioridad es la atención del paciente y la solución de sus problemas con los recursos disponibles).
  • Pocos incentivos y reconocimiento oficial para el esfuerzo educativo clínico de los profesores.

 

Tabla 2. Algunos de los problemas que ocurren con frecuencia durante la enseñanza y aprendizaje de la clínica (adaptado de Spencer J, referencia 8).

  • Falta de objetivos claros y de definición explícita de las expectativas para el alumno
  • Con frecuencia la enseñanza se dirige a un nivel inapropiado para el educando (generalmente demasiado alto)
  • El enfoque en el recuerdo de datos más que en el desarrollo de habilidades para resolver problemas y actitudes profesionales
  • Un papel de observación pasiva más que de participación activa de los educandos
  • Supervisión inadecuada y falta de retroalimentación en el momento y forma apropiados
  • Poca oportunidad para la reflexión y la discusión en un ambiente no amenazador
  • Con frecuencia ocurre la enseñanza por humillación
  • No se busca el consentimiento informado de los pacientes para el proceso de la enseñanza clínica
  • Falta de respeto por la dignidad y privacía de los enfermos
  • Falta de congruencia y continuidad con el resto del programa académico

Educación Clínica: Implicaciones Educativas
La educación clínica tiene muchas fortalezas desde el punto de vista educativo, ya que se enfoca en problemas de enfermos reales en el contexto de la práctica profesional. El médico en entrenamiento, ya sea alumno de pregrado, residente o especialista, de manera intuitiva reconoce que el entrenamiento clínico en la práctica con los enfermos es la parte más importante de nuestro proceso de formación. El aforismo que dice “el médico se hace en el hospital, no en el aula”, implica que la educación que tiene lugar en un entorno donde se tienen experiencias significativas desde el punto de vista médico es la modalidad más efectiva y a la vez indispensable para adquirir los conocimientos, actitudes y destrezas que hacen al médico un profesional en su área. Los médicos en entrenamiento son motivados por la relevancia de las experiencias clínicas y su participación activa en las mismas, y varios atributos del médico competente sólo pueden adquirirse en este contexto: profesionalismo, conducta ética, respeto por el enfermo y su familia, trabajo eficiente con el equipo de salud, habilidades de comunicación e interpersonales, razonamiento clínico, empatía, competencia en interrogatorio y exploración física, y un enfoque holístico en el manejo del enfermo. No es de extrañar que en diversas encuestas la educación clínica en la cabecera del enfermo es considerada como uno de los métodos más valiosos en la enseñanza de la medicina (9).

La educación clínica es un proceso incluyente que reúne a lo que se ha llamado “la tríada del aprendizaje clínico”, constituída por el paciente, el estudiante y el tutor (9). El contacto directo con el paciente es esencial para el desarrollo del razonamiento clínico, empatía y profesionalismo, y aunque otras alternativas como los simuladores, pacientes estandarizados y modelos artificales se han utilizado para educar a los estudiantes, es necesario que en algún momento tengan la experiencia con pacientes reales en un contexto supervisado. Diversas teorías del aprendizaje comentadas en otros capítulos de este Seminario (Lifshitz, Graue) ayudan a comprender el proceso que ocurre en la educación clínica, para poder mejorar la efectividad de estas actividades. Uno de los modelos aceptados que integran diversas teorías del aprendizaje para describir lo que ocurre en la educación clínica es el de Cox, un modelo de aprendizaje a partir de la experiencia con dos ciclos eslabonados que puede utilizarse para planear con mayor eficiencia el aprendizaje de los educandos en cada contacto con pacientes (10,11) (Figura 1). El primer ciclo es el “ciclo de la experiencia”, en el que se lleva a cabo la planeación del acto educativo y la preparación del educando, dándole instrucciones para asegurarse que esté consciente de lo que va a ver y hacer, así como de las oportunidades que estarán disponibles para el aprendizaje. Durante este ciclo tiene lugar la experiencia del encuentro clínico interactuando con el paciente, que puede incluir discusión sobre la enfermedad, el tratamiento, los hallazgos físicos, etc. Este ciclo de la experiencia concluye con la discusión post-encuentro, en donde se interpretan los hallazgos y se aclaran interrogantes, a continuación le sigue el “ciclo de la explicación”. Este ciclo comienza con el proceso de reflexión sobre la acción, cuando al educando se le insta a que considere el encuentro reciente a la luz de su experiencia, y que se efectúe una “explicación” de la experiencia a diferentes niveles. Este proceso incrementa el “conocimiento operativo” del educando, incrementando su arsenal cognitivo sobre los problemas clínicos y su significado, lo que prepara al alumno para enfrentarse al siguiente paciente.

Si bien uno de los factores importantes en la ecuación educativa de la residencia médica es el mismo residente y sus actitudes hacia el aprendizaje, el factor que tiene mayor experiencia y debería tener plena conciencia de su papel en la tríada educativa arriba mencionada es el profesor clínico que tiene como su responsabilidad el proveer el entorno apropiado para que el residente y médicos internos aprendan clínica con los enfermos. Como sabemos, este papel es tomado como propio por los mismos residentes a veces no de manera voluntaria o conciente, ya que son los que están más tiempo en contacto cercano con los internos, pasantes y estudiantes de medicina, enseñándoles, supervisando y evaluando sus actividades clínicas. Es por lo tanto relevante que los especialistas y los residentes que funcionan como profesores clínicos, reflexionen sobre los atributos de un educador clínico efectivo. Estos atributos han sido identificados de manera consistente en varios estudios publicados, basándose en la opinión de expertos, percepciones de los educandos y observaciones de enseñanza clínica en la vida real (4). Hagamos el ejercicio de contestar cada una de las siguientes preguntas, y reflexionemos si poseemos algunos de estos atributos (adaptado de Referencia 4):

  • ¿Tiene usted y demuestra en los hechos una actitud positiva hacia la enseñanza?
  • ¿Enfatiza su enseñanza en la solución de problemas con aplicación clínica más que en la regurgitación de hechos y datos?
  • ¿Provee adecuadas oportunidades –en cantidad y en calidad- para que sus alumnos practiquen sus habilidades?
  • ¿Motiva la participación activa de los educandos y evita que sólo estén parados en situación de observadores?
  • ¿Promueve la integración de la medicina clínica con las ciencias básicas y clínicas o usa la mayor parte del tiempo en enseñanza didáctica de material factual?
  • ¿Supervisa estrechamente a los estudiantes –residentes, internos o alumnos- mientras interrogan y exploran a los pacientes en el entorno clínico?
  • ¿Provee retroalimentación efectiva en el desempeño de los educandos?
  • ¿Su enseñanza clínica provee estimulación y retos intelectuales?
  • ¿Su enseñanza tiende a ser centrada en el paciente o centrada en la enfermedad?
  • ¿Es usted amistoso, cooperador y está disponible para sus estudiantes?
  • ¿Provee un adecuado modelo de conducta, sobre todo en lo que respecta a las relaciones interpersonales con los pacientes?

Si respondemos a este cuestionario de una manera honesta, probablemente la respuesta a varias de las preguntas sea “no”, ya que el profesor de clínica típico rara vez posee todas estas características a la vez. Sin embargo el solo hecho de reflexionar sobre cada una de ellas, a sabiendas que son marcadores de un profesor efectivo, debe motivarnos a ser más críticos de lo que hacemos al enseñar y aprender clínica.

Es importante también identificar los diferentes modelos para manejar el aprendizaje en los servicios clínicos, ya que un enfoque ecléctico de los mismos puede ayudar a proveer de un ambiente educativo dinámico y variado las actividades de enseñanza clínica. Algunos de los modelos más utilizados son los siguientes (9):

  • Modelo centrado en el paciente. Se le asigna al estudiante un número de pacientes en la sala, a quienes deben hacerle su historia clínica al ingreso y seguirlos durante toda su estancia hospitalaria. Tienen la responsabilidad de presentar al paciente y su evolución durante la visita y de comentar su estado actual, estudios de laboratorio y de gabinete, implicaciones diagnósticas y terapéuticas, etc.
  • Modelo de aprendiz. El estudiante se une a un grupo de trabajo en el servicio clínico, pero no funciona como un miembro del equipo. Hay oportunidades para observar lo que hacen los demás, y eventualmente para practicar procedimientos. Con la interacción gradual con los miembros del equipo el estudiante va adquiriendo confianza en sí mismo y en sus habilidades, sin embargo al no haber enseñanza formal el nivel de la discusión puede estar más allá de su comprensión, y los estudiantes menos competentes pueden ser ignorados. Un peligro es que sólo terminen realizando labores triviales como recoger estudios de laboratorio, conseguir formas de historia clínica, traer expedientes, etc.
  • Seguir o “sombrear” a un médico residente. Acompañar en todas sus actividades clínicas a un médico joven que esté en entrenamiento, para compartir su trabajo y experiencias de una manera más estrecha y continua.
  • El “pasar visita” en el trabajo clínico. En el entorno del trabajo clínico cotidiano, lleno de presiones y múltiples tareas, el llevar a cabo educación clínica de calidad constituye un verdadero reto. Hay poco tiempo para enseñanza formal, y habitualmente la discusión se centra en un alto nivel para identificar y resolver los problemas del enfermo con los recursos disponibles. Si el educando no posee la iniciativa, conocimientos y confianza en sí mismo suficientes para formar parte integral de las interacciones, es frecuente que se limite a un papel pasivo y observador. El profesor tiene como responsabilidad primaria la atención del enfermo, pero debe estar alerta para detectar y aprovechar las “ventanas de oportunidad” educativas que se presenten durante la visita, y de una manera eficiente y fluida que no retrase o interfiera con la función del servicio debe promover que los educandos participen en la discusión y toma de decisiones en un ambiente que no sea hostil o amenazador. Una ventaja de este modelo es que el educando ve cómo funciona en la vida real el equipo de trabajo como una unidad funcional integral.
  • Sesiones de visita con el Jefe del Departamento. En este modelo se proveen oportunidades para observar a los clínicos más expertos y experimentados en acción, así como presenciar discusión multiprofesional de alto nivel. Los educandos pueden sentirse remotos a este despliegue de sapiencia, y no comprender parte de lo que se dice ni sentirse parte de la toma de decisiones, ya que hay poca posibilidad de interacción con el profesor o el paciente.
  • El “pasar visita” como actividad clínica primariamente educativa. Esta visita es efectuada primordialmente para proveer a los estudiantes en grupos pequeños de la oportunidad de ver pacientes seleccionados, con objetivos educativos específicos, supervisados por un profesor que funciona como facilitador o guía. Es importante que el facilitador promueva que todos los educandos participen, ya que de otra manera los más reservados pueden tener menos oportunidades que los más extrovertidos y abiertos. En este modelo existen las siguientes variantes (adaptado de referencia 9):
    • Modelo de demostrador. El profesor clínico demuestra aspectos del interrogatorio y exploración a los estudiantes.
    • Modelo de tutor o facilitador. El profesor se hace a un lado y critica a cada estudiante conforme realizan aspectos de la historia clínica.
    • Modelo de observador. El profesor se distancia de la interacción médico-paciente y observa a los estudiantes actuar en la historia clínica, dando retroalimentación a todos en la discusión al final.
    • Modelo de reportero. Trabajando solos o en parejas, los estudiantes hacen la historia clínica sin supervisión y después reportan al profesor sus hallazgos e interrogantes en un lugar que no es la cabecera del paciente. Se les da oportunidad de que practiquen sin supervisión directa, de tal manera que no se les puede retroalimentar sobre su desempeño con el paciente.
    • Modelo de conferencia clínica. Se discute el caso de un paciente en una sala de juntas (con o sin el paciente presente) con varios especialistas, para valorar los procedimientos diagnósticos y terapéuticos a seguir. Los estudiantes tienen la oportunidad de observar el manejo multidisciplinario y su discusión con varios especialistas.
    • Modelo de enseñanza en la consulta. Este modelo tiene utilidad limitada si los educandos se limitan a ser observadores pasivos. Se recomienda que participen en algún aspecto de la historia clínica, y si la situación lo permite que ellos hagan parte o toda la historia clínica supervisados por el profesor. Otra opción es que el estudiante vea a solas al paciente y después reporte al profesor si tiene dudas sobre el diagnóstico y tratamiento, aunque en este caso el estudiante actúa sin supervisión y el profesor no evalúa su desempeño directamente. Todas estas opciones pueden afectar la fluidez de la consulta externa y aumentar el tiempo en cada consulta, aunque probablemente no sea tan problemático como parece si existe motivación y capacidad organizativa.
    • Modelo de servicio educativo. Actualmente en diversas partes del mundo se han implementado espacios físicos diseñados con el objetivo expreso de funcionar como áreas educativas clínicas, en donde de manera supervisada se provee entrenamiento a los estudiantes en un entorno multiprofesional.

Estrategias para mejorar la Educación Clínica en las Residencias Médicas
Después de estas reflexiones sobre la importancia y problemática de la educación clínica, es menester identificar estrategias que ayuden a mejorar la situación actual de la educación clínica, y que tengan el sustento educativo necesario para ser realmente efectivas en la práctica.

  1. Promover la adopción sistemática del currículo basado en competencias. La educación basada en competencias obliga a todos los actores del proceso educativo a hacer explícitas las competencias que se requieren del médico, se tienen que definir las competencias que deben enseñarse y que por lo tanto deben ser evaluadas como tales. En la actualidad las escuelas de medicina y los programas de residencia en nuestro país no documentan de manera formal, sistemática, válida y confiable las competencias del producto final, ya sea médico general o especialista.
  2. Capacitación docente sobre educación clínica. La mayor parte de los clínicos enseñan la clínica como la aprendieron, y perpetúan algunos vicios y conceptos erróneos desde el punto de vista educativo que ya no son apropiados a la luz del conocimiento actual. Un ejemplo típico es la actitud educativa a veces tan prevalente en el hospital de que “la letra con sangre entra”, o “quien bien te quiere te hará llorar”, que en el contexto actual probablemente no sea la mejor manera de enseñar a ver enfermos.
  3. Planear la enseñanza. Aunque las instituciones educativas y de salud posean un programa educativo formal en los niveles académico y operativo, en las actividades cotidianas de los hospitales y consulta externa la educación clínica tiene mucho de “oportunista”, ya que no es posible programar la hospitalización un enfermo con el diganóstico del tema que corresponda en el programa. Es muy importante que cada persona que tiene responsabilidades docentes en la clínica (especialista, residente o interno) esté enterado del programa de los educandos bajo su responsabilidad, y mantenga comunicación estrecha con los coordinadores de enseñanza en su institución. A nivel individual cada docente debe planear las actividades educativas clínicas en su entorno inmediato, planteándose objetivos concretos, tomando en cuenta las necesidades de los educandos y el tiempo disponible, así como tener un registro de las actividades que se realizan para no ser repetitivo, coordinarse desde el punto de vista educativo con los demás inetgrantes del equipo de salud en el servicio, y siempre ser realista en lo que se puede lograr en la ventana de tiempo disponible.
  4. Poner el buen ejemplo. Es sorprendente la poca frecuencia con que los educandos tienen oportunidad de ver directamente a un clínico experimentado en acción, realizando un interrogatorio y exploración física, y hablando con el paciente sobre su problemática médica, psicológica y social. Es importante discutir con los educandos los contrastes percibidos entre lo que el especialista hace en la clínica, y lo que se les exige a los alumnos que aparentemente es mucho más riguroso. Aún en situaciones de trabajo complicadas, es importante estar conciente de que los residentes, internos y alumnos siempre están al pendiente de lo que hacen los de mayor jerarquía académica, por lo que es importante no bajar la guardia y ser un modelo de conducta efectivo en todo momento.
  5. Involucrar al estudiante. Todas las teorías educativas importantes hacen especial énfasis en la participación activa del educando y su relevancia para el aprendizaje significativo. Debemos tomar todas las oportunidades posibles para que los educandos “hagan” las cosas, sin dejar de supervisarlos durante la curva de aprendizaje.
  6. Observar al estudiante. Uno de los defectos más prevalentes de la educación clínica es la falta de observación directa del educando cuando realiza actividades clínicas. A pesar de que puede parecerle aburrido al profesor (especialista o residente) el dedicar tiempo para ver cómo hacen las cosas los educandos, no hay otra manera de identificar deficiencias y corregir errores (o de dar retroalimentación positiva si las cosas se hacen bien). Esta actividad es importante que se efectúe de manera no amenazadora en un ambiente profesional.
  7. Proveer un ambiente propicio para la enseñanza y aprendizaje. Mientras más edad y prestigio se tiene, es probable que se produzca un efecto intimidatorio en los estudiantes. Es crucial adoptar una actitud amistosa y profesional, y reducir el inevitable sentimiento de nerviosismo de los estudiantes (que además saben que usted puede influir en su calificación), entendiendo sus miedos y preocupaciones.
  8. Planear e implementar sesiones en el servicio que traten sobre temas de educación clínica, y que hagan énfasis en el desempeño diagnóstico de los hallazgos de la historia clínica. Es frecuente que las sesiones de educación continua se centren sobre avances en la medicina y tecnología, transmitiendo el mensaje de que los hallazgos clínicos no tienen cosas nuevas que aportar, que ya todo está escrito y que son menos importantes que el último grito de la moda en pruebas sofisticadas de laboratorio. Por ejemplo el diseñar una sesión sobre las habilidades de comunicación del médico, revisando la evidencia actual sobre su efecto en resultados clínicamente relevantes y en la participación del enfermo en la solución de sus problemas, pondría en la mente del equipo de salud la importancia de las actividades puramente clínicas.
  9. Utilizar la tecnología y los avances en informática como apoyo de la educación clínica. Existen gran cantidad de recursos en Internet, CD-ROMs, video/audiocintas y simuladores artificiales que puden ayudar a disminuir el problema del exceso de estudiantes y la limitación de pacientes reales. Si bien no reemplazan al paciente real en su efectividad educativa, sí ayudan a que el educando se familiarice con varias facetas de las actividades clínicas en un ambiente no amenazador y a su propio ritmo de aprendizaje.
  10. Utilizar la metodología y los recursos del “diagnóstico basado en evidencias” (6,12,13). Es un hecho que muchos médicos jóvenes (y muchos pacientes) tienen la percepción de que la historia clínica tiene un alto componente de subjetividad, y se sienten más tranquilos cuando tienen disponibles resultados de estudios de laboratorio o gabinete que aparentemente tienen menos factor de incertidumbre. Es importante mejorar los conocimientos, habilidades y actitudes de los médicos hacia el aspecto científico del diagnóstico clínico. Existe un cuerpo creciente de documentos relacionados con el diagnóstico clínico basado en evidencias, como el libro de Steven McGee titulado “Evidence-Based Physical Diagnosis” en donde se hace una extensa revisión sobre el desempeño diagnóstico de gran cantidad de síntomas y signos clínicos, con información cuantitativa basada en más de 2,000 referencias sobre su utilidad diagnóstica (12), algunos programas de introducción a la clínica en los Estados Unidos utilizan este libro como texto de una nueva aproximación sólidamente sustentada del uso de los hallazgos de la historia clínica en la práctica. Otro recurso importante en esta temática es la serie de artículos publicados en la revista JAMA titulada “Rational Clinical Examination”, en donde se provee a los médicos clínicos profesores y alumnos información basada en evidencia sobre las características y desempeño diagnóstico de los hallazgos del interrogatorio y la exploración, para múltiples entidades clínicas como apendicitis, neumonía en niños, deshidratación, hipertensión, etc. (13,14). Pueden diseñarse sesiones en el hospital que utilicen la metodología de medicina basada en evidencias, y que partiendo de un problema clínico específico se genere una estrategia de búsqueda que encuentre documentos de esta serie, para revisarlos y tener una comprensión más objetiva del valor científico de los datos clínicos, como ya se hace en muchas partes del mundo. Por ejemplo, si tenemos en la sala un paciente pediátrico con deshidratación por diarrea, se realiza la búsqueda en Medline y se encuentra una revisión sistemática sobre el desempeño diagnóstico de los hallazgos clínicos y de laboratorio para diagnosticar deshidratación (15), en donde están descritos la sensibilidad, especificidad y cocientes de probabilidad de la fonatnela deprimida, ojos hundidos, piel seca, acidosis, elevación de azoados, etc., que pueden utilizarse en el ejercicio interpretativo del cuadro clínico del enfermo a su ingreso y el valor ponderado de cada dato de la historia clínica en la elaboración del diagnóstico.
  11. Utilizar los “12 Tips para mejorar la enseñanza a la cabecera del paciente” publicados por la Dra. Ramani de la Universidad de Boston, después de una extensa revisión de la literatura del tema (16). Estos doce consejos se listan en la Tabla 3, se refiere al lector al artículo original para una descripción detallada de los mismos.

    Tabla 3. Doce consejos para mejorar la enseñanza clínica a la cabecera del paciente (adaptado de Ramani, referencia 16).

    • La preparación es elemento clave para llevar a cabo actividades de educación clínica efectivas y aumentar la seguridad del profesor en la cabecera del paciente (familiarizarse con el currículo, investigar el nivel de los educandos y sus necesidades de aprendizaje, mejorar las capacidades propias en actividades clínicas, capacitación docente).
    • Dibujar un “mapa” de lo que planea lograr en cada encuentro educativo clínico (preparación, planeación, orientación, implementación, retroalimentación y reflexión).
    • Orientar a los educandos sobre sus planes para la sesión, y negociar con ellos metas y objetivos realistas y relevantes. Es importante decirles lo que se les va a enseñar.
    • Presentarse con el equipo y a su vez presentar al equipo al paciente, haciendo énfasis en la naturaleza educativa del encuentro.
    • Modelar el rol de la interacción médico-paciente.
    • Salir del centro del escenario durante el encuentro clínico, y observar cuidadosamente el desempeño de los educandos es un requisito necesario de la enseñanza centrada en el alumno.
    • Retar el intelecto de los alumnos sin humillarlos. Enseñarles corrigiendo los errores cuando sea necesario.
    • Decir a los alumnos lo que se les enseñó, resumiendo y concluyendo los objetivos del encuentro.
    • Dejar tiempo para preguntas y aclaraciones, asignar lecturas.
    • Averiguar qué salió bien y qué salió mal en el encuentro. Es importante tener retroalimentación al final, así como objetivos claros y breves. La única manera de mejorar es evaluando lo que hacemos, aunque no nos guste.
    • Reflexione sobre el encuentro clínico, y qué sería importante modificar para la siguiente ocasión.
    • Comience la preparación para el próximoencuentro con las lecciones que surgieron de la reflexión y evaluación.

  12. Utilizar como estrategia el modelo del “preceptor de un minuto”. En el escenario de la práctica clínica diaria, es esencial que las actividades y la educación clínica sean rápidas y precisas, para poder ser eficientes en la provisión de una atención médica de calidad. Las limitaciones de tiempo son uno de los principales obstáculos para tener actividades explícitas de educación clínica con el personal médico en entrenamiento, y una de las estrategias más difundidas en el mundo para enfrentarse a este problema es el modelo de “preceptor de un minuto”, desarrollado originalmente en 1992 en el Departamento de Medicina Familiar de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (17). Este modelo ha sido validado internacionalmente, y ha demostrado ser efectivo en estudios controlados con asignación al azar para mejorar la eficacia de la enseñanza clínica, pocas estrategias educativas en medicina han sido objeto de tantas publicaciones como este modelo. La idea es relativamente simple, fácil de aprender, y educactivamente sólida: utiliza un prototipo de acciones por el profesor que pueden adaptarse prácticamente a cualquier escenario de caso clínico, y su propósito es auxiliar al profesor en el diagnóstico tanto del paciente como del educando. Consiste de los siguientes cinco pasos o “microhabilidades de enseñanza” (17):
    • Obtener un compromiso – después de que el educando ha presentado la información del paciente y cuando está en espera de que se le diga qué hacer, se debe obtener un compromiso haciendo una pregunta como “¿qué crees que esté pasando?” o “¿qué crees que debemos hacer ahora?”. El objetivo de este paso es hacer que el educando procese la información que acaba de recolectar del paciente. En lugar de darle la respuesta al educando (que sería lo más fácil y efectivo en uso de tiempo), se comienza a diagnosticar su nivel de conocimientos sobre el problema clínico para identificar sus necesidades de aprendizaje. El educando siente más responsabilidad por el caso clínico y se incrementa su papel de colaborador en la solución del problema del enfermo.
    • Buscar y explorar evidencia de soporte – después del primer paso el profesor puede sentir la tentación de decirle al alumno lo que piensa y lo que se tiene que hacer, pero es importante pedirle la evidencia que apoya su opinión con preguntas como “¿qué factores tomaste en consideración para tomar esa decisión?” o “¿hubo otras opciones que consideraste, por qué las descartaste?”. La idea es explorar el “mapa mental” del educando, y su arsenal de conocimientos y habilidades para conectar las diferentes piezas de información clínica, para continuar con el diagnóstico del alumno y entender su razonamiento clínico, encontrando déficits en sus conocimientos que permitan establecer objetivos de enseñanza y aprendizaje específicos para el individuo.
    • Enseñar reglas generales – usted sabe algo sobre el caso clínico que el educando necesita aprender, por lo que es importante enseñar reglas generales, conceptos y generalizaciones que sean apropiados para el nivel de comprensión del educando. Por ejemplo es apropiado decirle “..cuando tienes un paciente como este, es necesario hacer lo siguiente…”, para proporcionar información que sea de utilidad para este paciente y al mismo tiempo sea generalizable para otras situaciones, el educando siempre agradece este tipo de enseñanza. Es más apropiado decirle “…en pacientes pediátricos con deshidratación hipernatrémica como este es muy importante la composición de los líquidos parenterales y su velocidad de reposición por las complicaciones neurológicas…”, que “…calcula los líquidos a 150 ml/kg/día con sodio a 2 mEq/kg/día…”, el valor educativo y las implicaciones clínicas de lo que se enseña es diferente, ya que hay que promover el pensamiento y la reflexión en el educando en lugar de sólo decirle las instrucciones precisas de lo que debe hacer. Es frecuente que intentemos enseñar mucho en un solo caso y que de inmediato comencemos a dictar una conferencia sobre el tema, hay que tratar de enfocarse en sólo unas cuantas reglas generales relevantes por caso evitando el protagonismo innecesario.
    • Decirles lo que hicieron bien – el educando puede no darse cuenta de que su acción fue efectiva y que tuvo un efecto positivo sobre el paciente o el equipo de salud, por lo que es importante dar retroalimentación positiva en el momento en que hay “vulnerabilidad educativa”, para reforzar acciones que deben establecerse firmemente en el arsenal de competencias del educando. Esta retroalimentación debe ser cercana temporalmente al evento, y ser específica, no en forma de felicitaciones globales vagas. Por ejemplo es mejor decir “…consideraste el costo del medicamento tomando en cuenta la situación financiera del enfermo, esto aumentará la probabilidad de que realmente compre y se tome el tratamiento. Bien hecho…”, en lugar de “…eres muy bueno!”
    • Corregir las equivocaciones – es importante detectar los errores u omisiones del educando en el manejo del enfermo, sobre todo los que tengan consecuencias adversas potenciales sobre el estado clínico del paciente. Todos los educandos necesitan retroalimentación, las equivocaciones que se dejan sin atender tienen una alta probabilidad de repetirse. Es esencial discutir lo que se hizo mal y cómo podría hacerse mejor la próxima vez, de una manera no amenazadora ni prejuiciosa. Hay que permitir al educando que critique y reflexione sobre su desempeño antes de la crítica del profesor, la cual debe ser en el lugar apropiado y respetando al educando como persona. Esta retroalimentación debe ser específica al caso, enfocada en la conducta particular, y utilizando lenguaje descriptivo y no evaluativo. Es mejor decir “…puede ser que el pacient tenga una infección viral respiratoria alta, pero no puedes descartar otitis media si no ves directamente los oídos con la técnica apropiada…”, en lugar de “…no me digas que no le revisaste los oídos!…”

      El modelo de “preceptor de un minuto” es un instrumento educativo práctico y confiable, que es más útil cuando se visualiza no como una guía rígida, sino como una serie de instrucciones flexibles que pueden modificarse de acuerdo a la situación clínica y educativa específica.

Todas las estrategias descritas tienen por objeto hacer más efectiva la educación clínica en el escenario de trabajo cotidiano de los profesionales de la medicina. Los retos son muchos y el problema es grande y de difícil solución, pero los beneficios que se pueden obtener al utilizar estos principios en la enseñanza y aprendizaje de la medicina clínica son inmensos, para todos y cada uno de los integrantes de la tríada paciente-alumno-profesor (18).

…Es el día siguiente, y de nuevo está el grupo pasando visita al paciente en la Sala de Neurología. La punción lumbar fue positiva para meningitis bacteriana y se inició tratamiento con antibióticos. La evolución del paciente fue apropiada, la fiebre y la cefalea disminuyeron de manera importante. Por la mente de cada uno de los integrantes del equipo pasa lo siguiente:

Neurólogo Jefe de Sala: “…tenemos que terminar rápido la visita, a las nueve tengo cita con el Jefe del Departamento de Medicina, ¿ahora qué querrá? Este R3 es muy confiable, me puedo ir tranquilo sabiendo que tiene la situación bajo control…”

Residente de 3er año: “…qué bueno que no hubo complicaciones de la punción lumbar, estuve tentado de pedir una tomografía axial computada pero después de constatar que el fondo de ojo es normal decidí que no era necesaria. Qué bueno que el R1 ya sabe reconocer la ausencia de papiledema, ya no tendré que verificar sus historias clínicas…”

Residente de 1er año: “…Fue mejor no decirle al R3 que no le vi el fondo de ojo al paciente, de otra manera no me hubiera dejado hacer la punción lumbar. Este interno sí que sabe explorar…”

Médico interno: “…ayer no hubo tiempo de decirle la verdad al R1, voy a buscar el momento apropiado el día de hoy para que me enseñe a ver el fondo de ojo, ojalá tenga tiempo…”

Estudiante: “…ayer aproveché cuando todos se fueron a comer y revisé el fondo de ojo del paciente, su papila se veía normal. Creo que tendré que seguir con el “aprendizaje autodirigido” que es la norma en este hospital-escuela, pero cuando yo sea especialista voy a dedicarles mucho tiempo a los alumnos para que aprendan a hacer bien las cosas!…”

Paciente: “... ya me siento mejor, estos doctores sí saben lo que hacen. El especialista que me hizo la punción lumbar tiene muy buena mano, se nota que ha hecho muchas veces el procedimiento. Me sigo perguntando quién será el doctor que pasa rápido dando órdenes, aunque ya me di cuenta que los que realmente hacen el trabajo y curan a los enfermos son los otros doctores jóvenes que parece que viven en el hospital…”

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